jueves, 30 de abril de 2009

Cuotas vs Equipos

Las pasadas elecciones gallegas se decidieron, en parte, por la valoración que los ciudadanos realizaron de experiencia de bigobierno del PSOE y el BNG. Lo que debería haber sido un equipo conjunto para regenerar la vida política gallega después de los dieciséis años de la era Fraga, se acabó convirtiendo en dos grupos opuestos, enfrentados en una lucha fratricida por el poder. Ese bigobierno fue posible por los siguientes factores:
  1. El ansia de poder de ambos pactantes.
  2. El abandono de unos sanos principios jacobinos por parte del PSOE.
  3. La irresponsabilidad de los dirigentes del Bloque que pretendieron crear cotos privados de poder.
  4. Una división tajante de las esferas respectivas, totalmente separadas, con el compromiso de no intervenir mutuamente.
En definitiva, un despropósito creado más para garantizar cuotas de poder, que para garantizar la gobernabilidad y buena administración de Galicia.

Esto es similar a las negociaciones de la UE: los distintos países emprenden titánicas negociaciones con el fin de conservar su comisario, su número de diputados o su cuota de voto en el consejo de Europa. En España se presentó como una gran victoria el hecho de que el presidente Aznar consiguiese mantener el peso del país en el tratado de Niza mucho más tiempo del que realmente nos correspondería. En nuestro programa para las elecciones europeas, pedimos que ese sistema se supere en favor de un auténtico gobierno de la Unión, electo y responsable ante el Parlamento. Es evidente que sólo así, los cargos públicos responderán ante el conjunto de la ciudadanía europea y no ante los países o partidos que los nombraron. Es fundamental que se cree y se defienda un concepto igualitario de ciudadanía, que nos haga iguales en derechos y deberes a todas las personas miembros de la Unión.

La inestabilidad de las cuotas en los equipos de gobierno o ejecutivas es evidente en el ámbito de los partidos políticos: pensemos, por ejemplo, en las amplias coaliciones electorales italianas en las que, izquierda o derecha, los pequeños partidos tienen un poder desusado sobre los grandes. O, en el ámbito nacional, IU: sus congresos siempre se convierten en unas luchas sin proyecto entre las distintas corrientes, facciones o partidillos para garantizarse un puesto en la ejecutiva. Esa es una de las causas de su actual declive, no la única, pero sí importante: la continua desunión y la lucha por alcanzar cuotas de poder, una lucha que remata en la disolución o en el transfuguismo. Otro gran ejemplo es el del Bloque Nacionalista Gallego: las luchas continuas de los dirigentes por hacerse con la portavocía de la coalición es desalentador para una militancia que no entiende que la vida política de su partido se limite a ver si la UPG tiene mayoría absoluta o tiene que pactar.

En nuestro partido se han dado pasos importantes para evitar caer en esos vicios de otros partidos políticos: en el pasado Consejo Político del día 28 de marzo se aprobó el Reglamento para el I Congreso de nuestra formación. En ese reglamento, de forma mayoritaria se afirmó la importancia de promover equipos y no ceder a cuotas en la elección del ejecutivo del partido: el Consejo de Dirección se elige por todos los afiliados en voto directo y secreto a una lista cerrada, es decir, se elige un equipo conocido de antemano por todos los afiliados. Esto tiene la virtud de propiciar un equipo compacto de trabajo que no esté sujeto a componendas, pactos y cambalaches entre distintas corrientes, regiones o facciones. Lo que sin duda garantizará nuestra unidad y coherencia ante los ciudadanos.

domingo, 26 de abril de 2009

Una Europa de los ciudadanos.

Cuando en las pasadas elecciones autonómicas afirmábamos que debía devolverse al estado las competencias en educación y en sanidad, garantes de una ciudadanía compartida por todos en pie de igualdad, se nos acusó, a Unión Progreso y Democracia, de nacionalismo español. Comentando estos temas con un amigo de la órbita nacionalista, yo le decía que eso no era así, que defendíamos un concepto de ciudadanía basado en la igualdad de derechos y deberes, sin referencias identitarias o nacionalistas, de cualquier signo. “Eso serás tú, no tu partido”, me respondió. Ayer sábado, tuve la respuesta oficial del partido. No me puedo sentir más que orgulloso.

En el Consejo Político se ha aprobado el programa político del partido para las elecciones europeas. En él, pedimos la exitencia de un verdadero gobierno continental controlado y responsable ante el parlamento europeo. Vamos más lejos, afirmamos que la Unión debe tener un cuerpo diplomático, un ejército y una policía comunes, que sólo así podrá hacer valer su voz y su fuerza, la defensa de los derechos humanos y de la justicia social en el actual contexto multilateral.

El debate fue muy interesante, pues hubo quien defendía que no, que Europa sólo debía coordinar los ancianos estados-nación, que no era el momento, que las naciones del viejo continente debían pertenecer como estaban, enrocadas en la defensa de sus intereses frente al resto. Frente a esto la (porta)voz de UPyD se alzó clara: no somos nacionalistas españoles, no vamos a aplicar en Europa la misma política que aplican los nacionalistas en España. La Comisión no puede ser una coordinadora de gobiernos, debe ser un gobierno por sí misma, responsable ante la ciudadanía encarnada en el Parlamento con sus ámbitos soberanos que nos representes ante el mundo. Sólo así se podrán sentar la bases de una ciudadanía igualitaria en todo el continente, una ciudadanía que haga que desde el Báltico al Cantábrico, desde el Mar del Norte al Mediterráneo, juntos formemos parte de una gran casa común.

Ha llegado la hora de apostar por una Europa política.